Wednesday, October 6, 2010

Episodio II - La Venganza de los Beach Boys

Y llego por fin, espero no defraudar las expectativas seguramente ya dañadas por el paso del tiempo desde la primera parte. En su defecto y para la concatenación narrativa se recomienda consultar a su medico y/o leer el post anterior. Ahí va…

Serian cerca de las 9.30 de la mañana cuando hice una parada, la primera del día y la última en Estados Unidos continental. Mi propósito era abastecerme de combustible o como se le llama por estas latitudes “gasolina”. Conocía mi camino y sabia que mas adelante no abundaban las estaciones de servicio o como obviamente se les dice por aquí, las gasolineras. La esquina indicaba el cruce de la US1 con la 284. Desde mi guarida venia, aunque subiendo en la numeración callejera, bajando al sur.

Digamos que hasta la calle 200, el camino puede decirse familiar ya que es un punto hasta donde dado el caso podes allegarte un domingo cualquiera con alguna excusa fácil como ser un descuento en algo que no necesitas. Más allá de la 200, ya el paisaje cambia, se vuelve más agreste, más salvaje, más exótico diría: Burger Kings en los que nunca comiste, City Banks adonde nunca sacaste dinero, Starbucks donde nunca tomaste un café ¡WallMarts en donde nunca compraste algo que no necesitas!

Como es natural, el nuevo paisaje dispara la curiosidad propia del misterio, de las nuevas experiencias, de lo inexplorado. -“¿Qué venderán en ese lugar con una M amarilla enorme en la puerta?” -“Mejor, paro y me fijo”.

Pague por mi combustible y retome el rumbo dejando atrás la localidad de Florida City, último bastión de continentalidad estadounidense. A partir de ese punto: los cayos. Y en especial en uno de ellos mi obsesión mañanera de ese día, mi remanso paradisíaco y mi cura para el stress cotidiano: KOKOMO. Un lugar cuya existencia estaba fundamentalmente garantizada por mi corazón, mi inconsciente televisivo, Tom Cruise, Platon y una canción de los Beach Boys.

Puse a todo volumen Credence Clearwater Revival, la música rutera por excelencia, la música para todo camino de la dama y bolsillo del caballero, la música que de ser usada por la NASA, ya hubiera llevado humanidad a Marte, ida y vuelta, ida y vuelta 3 veces. No hace falta ser un científico para darse cuenta. Todos lo sabemos. Claramente lo que falla en los cohetes es el stereo ¡Mucho doctorado en Física cuantica, nada de Rock n’ Roll! Dame a mi, un toque el Discovery con Creedence sonando al taco y vas a ver donde te lo pongo ¡Lucas Caminacielo, papa! ¡Te lo estaciono en un anillo de Saturno en 3 maniobras sin usar los espejos! ¡Te conquisto la galaxia mientras me sirvo Clerico del frigobar! Porque, me imagino que el Discovery debe tener frigobar ¿No?

¿Soy yo o el guitarrista de Creedence es el emperador Carlos Saul I de Anillaco? Pensaron alguna vez que es como el Voldemort argento, le tenemos tanto miedo que ni lo nombramos




























Para quienes no estén muy familiarizados con el concepto geográfico de los cayos y sin ser quien escribe un erudito en la materia, me voy a animar a decir que al sur del estado de la Florida sobre la entrada del Golfo de México hay una cadena de islas que forman los turísticamente conocidos “Cayos de la Florida”. Las principales islas o cayos están unidos por puentes, uno de ellos, quizás el mas famoso, es el puente de 7 millas, recordado por la escena de la limousine en la película “Mentiras Verdaderas” de Arnold, el Governator. Bueno, por el primero de esos puentes iba yo con mi chevy.


Además de los cayos grandes, hay varios otros mas pequeños a los que solo se accede por agua. El camino por tierra es absolutamente lineal y no hay muchas posibilidades de perderse. Básicamente es una ruta con mar a ambos lados. Hay veces que el mar esta ahí nomás de la ruta y hay otras veces que la geografía permite hoteles, playas, viviendas, comercios, nuevos Burger Kings, nuevos Citybanks, nuevos Starbucks, nuevos lugares misteriosos con “M”s amarillas gigantes en la puerta. -“Mejor, paro y me fijo”


Ojo, de cualquier forma, ese ensanchamiento circunstancial de los cayos tampoco es gran cosa, no se vayan a creer, las islas grandes en realidad no son tal cosa.

Mientras manejaba, miraba muy atento a diestra y siniestra; y pensaba en positivo “A mas chico el cayo mas fácil será encontrar Kokomo”, “No hay rutas alternativas, no se me puede escapar”.
De la existencia de Kokomo ni siquiera me permitía dudar. No estaba haciendo ese viaje porque si, estaba peregrinando, estaba haciendo mi camino de Santiago. Buscaba una experiencia religiosa y además una playa, tragos locos y de ser posible un par de chicas en bikini. -“Dios mío, ¡Dámelo todo! Señor ¡Lo merezco!”.
Kokomo, presumía, es como todas las cosas místicas, se empieza por tener fe. Hay que creer sin preguntar y sin esperar nada a cambio, bueno quizás algo si esperaba: ¿Vieron, esa salsita amarilla que le pones a las papas en el lugar de la M gigante? Eso no me venia nada mal. -“Dios mío, ¡Dámelo todo! ¡Dámelo ya! No soy digno de que entres en mi casa, buscate un hotel”

La mañana se me había escapado entre los dedos, la tarde en cambio, se abría en toda su naturaleza definiéndose en sus primeros instantes como un agradable y soleado tiempo vespertino cuya única amenaza era algún nubarrón tan lejano como pasajero. De Kokomo, ni noticias. Pare el chevy varias veces buscando pistas, me entusiasme ante algún bar o parador playero con un nombre ilegiblemente indicado en un cartel deleble y maltratado por el clima. También pregunte a propios y extraños solo para recibir en contraposición la repregunta típica -“¿Cuál? ¿El de la canción?”, seguido de muchos -“No existe”, acompañado generalmente de alguna pobre entonación del clásico ochentoso. La gente que no me decía “Chau” y se alejaba cantando era siempre la que mas me preocupaba.

La totalidad de “Key Largo”, “Isla Morada” y “Maratón” habían sido recorridas y obviamente escrutadas por completo. El Chevy no detenía su marcha al sur y solo me quedaba la última isla, “Key West”, también llamada por la cubanada amiga “Cayo Hueso”.

Siendo cerca de la 1 de la tarde y después de pasar por una majestuosa costanera el chevy llego al final, literalmente al final. No había mas tierra por recorrer, el punto mas al sur de los Estados Unidos, después de ahí, Cuba.
Aquello de “caminante no hay caminos…” es muy poético pero en mi caso además resultaba ser estrictamente cierto porque salvo que el chevy fuera anfibio para hacer camino al andar y cruzar el estrecho de la Florida, mi camino y mi aventura que hasta hacia minutos iban de la mano estaban ahora terminados por completo en un prolijo y pintoresco mojon que indicaba el suceso de tener a Cuba a solo 90 millas.
Parezco contento pero en realidad es la imagen de la derrota, de la desolacion total
“90 millas del capitalismo al comunismo” pensé haciendo mi reflexión histórico-política, sentado ahí, admirando la magnificencia enmudecedora del paisaje y comiéndome unas papitas fritas frías del lugar de la M gigante que tan amablemente me brinda el sistema capitalista y que presumo a 90 millas, no se consiguen.

90 millas entre la revolución y los demócratas, entre Mickey Mouse y Granma, 90 millas, nada más ni nada menos. Millas que son la esperanza de algún balsero y la muerte en el mar de otros tantos. Millas de agua calida otrora congelada por la guerra fria, 90 millas entre Lenin y Lincoln, diría el ladri de Arjona. Yo ya conocía el lugar y cuando voy, me siento un rato ahí frente al mar y siempre pienso lo mismo, incluso la parte del ladri de Arjona. Sin embargo esa tarde ese mojon no era mi objetivo viajero. De Kokomo, nada amigos. Derrota, absoluta derrota.


Hacer 250 millas buscando un lugar que no existe, salvo en una película ochentosa de Tom Cruise, solo porque te lo dijeron los Beach Boys en sueños después de una película de nazis y Telly Savalas y basando casi todas las decisiones del día en analogias con Platon y la Atlántida para terminar con una reflexión político-histórica comiendo papas fritas frías de lugar de la M gigante son esas pocas situaciones donde uno quisiera tener a mano una novia que te diga que esto fue una locura y que uno es un inmaduro que no sienta cabeza nunca mas.

Podría haberme ido a alguna playa a ahogar penas. Pero no, defraudado por todo y todos emprendí mi triste regreso a casa. Estaba solo a un tema de Lerner de tirarme de un puente con chevy y todo. Me esperaban largas millas de amargura absoluta.


Una hora después y ya promediando mi regreso con la longitud del cayo Maratón pase con el chevy por la puerta de un bar. Se llamaba “The Hurricane” o “El Huracán”  y como casi todo, estaba al costado de la ruta. No se porque me llamo la atención pero de cualquier forma no pare, solo lo pase de corrido y a velocidad rutera. Sin embargo, hay veces que nuestro pensamiento no esta donde nuestro ser y a pesar de que mi cuerpo se alejaba por la ruta, mi cabeza si había parado en “El Huracán”. No podía dejar de pensar en el lugar, lo primero que me inquietaba era el hecho de que a la ida cuando supuestamente mas atento estaba, ni lo había registrado y a la vuelta en cambio lo vi clarísimo. Uno que vio mucho “La dimensión desconocida” y “Los expedientes X” empieza a pensar que hay involucrado algo mas allá de lo explicable, quizás algo mas metafísico. ¿Que me esta queriendo decir el "Huracan"? ¿Que quizas mire mal a la ida? ¿Que Kokomo puede estar aun esperando por mi en la vuelta? ¿Deberia entrar al "Huracan" e investigar un poco?

Y el chevy seguía y mi cabeza también. El lugar me era conocido, me sonaba mucho su nombre y sobre todo su fachada ¿Pero de donde? Porque por más esfuerzos que hacia, ni mi consciente, ni mi subconsciente ni mi conciente etilitico, que es un conciente muy personal que juega en algunas ocasiones, registraban haber estado alguna vez dentro del “Huracán”. Sin embargo en mi interior yo sabía que de algún lado conocía el lugar. Y entonces, Flash ¿la chica del bikini Azul? . No, nada de eso, entonces me acorde.


Ya sé que no tiene nada que ver con nada pero ... Ademas hablando de cantantes ladris en pijama...
Notese tambien la camara de ultima generacion y  la falta de Batman ¡Pow!¡Kapow! ¡Flash! 

 El “Huracán” es uno de los lugares públicos más antiguos de los cayos. Había leído sobre él en algún libro mientras tomaba un café perdido en el tiempo de una tarde de lluvia tropical. Su historia, recordaba, estaba ilustrada con una foto blanco y negro de su fachada donde unos tipos vestidos como si hubieran salido de un western spaghetti mostraban un guinche con un cocodrilo gigante.

Desde Ponce de Leon hasta nuestros dias, los cayos tienen historias que contar, muchas de piratas y naufragios, muchas otras de huracanes y tormentas, muchas tambien de guerras frias y de las otras. Casi 100 años atrás, cuando el área de los cayos empezó a desarrollarse mas, la zona no era muy valorada y los emprendimientos no eran muchos. Sucede que en el comienzo el lugar era tan paradisíaco como inhóspito, peor ruta para llegar, peores medios de comunicación con la civilización y además, millas y millas continentales al sur de la floreciente ciudad de Miami todavía por poblar. Realmente ir a los cayos en los primeros años era una aventura plagada de riesgos que solo algunos ermitaños que escapaban de mundo estaban dispuestos a correr. Alguno de estos arriesgados abrió en los años 40, “El Huracán”, que antes de ser exclusivamente bar, supo ser una hostería rutera también.


Hoy “El Huracán” es un antro motoquero, no muy amigable a turistas y foráneos, un lugar de música country y rock n’roll en vivo, un lugar para comer costillas con salsa barbacoa, un lugar con mesadas grandes y bancos que se comparten, un lugar con camareras que te hablan de su vida privada sin reservas, un lugar donde casi obligatoriamente debía estar en ese instante y sin perder mas el tiempo.

Di una vuelta en U y desande mi camino, pare el chevy un poco antes de la puerta y me dispuse a cambiar  un poco mi aspecto. Había observado la traza de los parroquianos. Cualquier sandalia, ojota o calzado de pie descubierto era un grave insulto y ni pensar en pantalones cortos o bermudas que constituían una seria ofensa al lugar.  Si no llegaba en una moto, lo minimo aceptable era un chevy viejo estilo Dukes de Hazzard, de ser posible verde o naranja.  Eso lo tenia pero tampoco podes bajar del chevy con cara de que te importan los dictamenes de la moda. El aspecto "Cada tanto vivo en el auto" y "El baul es mi heladera, nada me puede faltar" eran fundamentales.

Calce unos jeans en reemplazo de mis pantalones cargo color Kaqui. Tuve en cuenta que al ultimo tipo que dijo la palabra “kaqui” los motoqueros lo habían tirado al mar. Tambien cambie remera simpatica por musculosa correcta. Y digo correcta porque es evidente que hay dos tipos bien definidos de musculosas, la mas ceñida al cuerpo hecha de un material elastizado, con algún dibujo bien estampado, quizás en relieve, quizas medio brillosin “¡Nooooo! ¿Vos estas loco?,¿Sabes lo que te va a pasar? Cuídate, querete” Y después esta la otra musculosa, la que se ponen los pibes que no tienen ni novia, ni novio, ni facha, las también llamadas “Wife beater” que son de algodón con bastones o de piqué–nunca-conoci-el-brillo y que vienen con un par de manchas de salsita amarilla de papas fritas, un dibujo desteñido y las mangas asimétricamente cortadas denotando una evidente metamorfosis de una remera e indicando que te la bancas y te diseñas tu ropa a cuchillo como Rambo o Roberto Piazza. La típica musculosa que no resalta músculos por inexistencia y que más bien esconde un abdomen prominentemente acervezado. Esta ultima, en color verde chevy era la que yo tenia puesta. En ese aspecto estaba bien para “El Huracán”, claramente mi musculosa no era la musculosa igualitaria.

Mientras acoplaba mi ropa al lugar, pensaba “A falta de Kokomo al menos no pierdo el Sabado, conozco un lugar histórico, saboreo algún entremés y descargo frustraciones en alguna bebida espirituosa”. Abrí la puerta de mi fiel vehiculo y di mi primer paso en la tierra del “Huracán”, de haberlo sabido hubiera dicho “Un pequeño paso para el hombre…” Es que sin saberlo ese simple paso era el primero que daba para acércame a Kokomo. Mi frustrado objetivo paradisíaco estaba un paso mas cerca, ese paso. Mi suerte, mi suerte estaba a punto de cambiar.

Notese el vicio de los Muppets y la Rana Rene, flor de piraton. 
Yo soy un muppet atrapado en el cuerpo de un hombre. Quiero ir ...
Amigos, no me maten pero para cerrar la historia de Kokomo escribi 14 paginas en una hora. Si posteo 14 paginas me iban a odiar mas, asi que lo corte. Relax hay tiempo. Lo bueno es que la tercera y esta vez si ULTIMA parte ya esta escrita. Nos vemos en una semana. GRACIAS por leer